jueves, 24 de noviembre de 2011

La raíz de la escuela católica

 A propósito de Mª Inéz Furtado

Vivimos tiempos de cambios. Nadie lo duda. Cuando nos decidimos a asumir esos cambios resulta que la técnica ya ha cambiado y nos encontramos normalmente a remolque de la actualidad. A veces, la velocidad es tan rápida que no podemos ni interiorizar los mismos cambios. Pero… ¿cambia tanto la educación? ¿Y en la escuela católica? ¿Qué tipo de educación ofertamos? Hagámonos esta pregunta con sinceridad. ¿Qué ofrece la escuela católica que la identifique como lo que es? En este momento es cuando todos acudimos al ideario de cada centro, al modo propio de educar de cada institución religiosa… Modos realmente enérgicos pero que a veces, por rutinas o falta de esperanza, se quedan en la letra.

Porque la escuela católica no se debería de caracterizar por ser una escuela concertada. No no no. Ni tampoco porque da una buena educación reglada a sus alumnos, algo bien importante y que está en la raíz misma de cualquier escuela. Pues tampoco, esto no es lo primero, es consecuencia. Lo que caracteriza a la escuela católica es que enseña a la persona a descubrir a Jesucristo y le abre a relaciones de fraternidad con los demás en sociedad, en Iglesia. Si la escuela católica no se caracteriza por esto es que está perdiendo su ser más profundo, es que está renunciando a ser lo que es, es que está escondiendo sus raíces.

A lo mejor es que con tantos cambios nos estamos equivocando de dirección y tenemos el timón un tanto a la deriva. Pero siempre es la hora del cambio. Volvamos a nuestras raíces, las que nos configuran y dan sentido. Y a partir de ahí surgirán las mejores competencias pedagógicas, comunicativas, emocionales y de gestión. Pero sin olvidar lo importante: poner a la persona en relación con Jesús y los demás.
@silviarozas

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