El XI Congreso de Escuelas Católicas acaba de terminar. ¿Acaba de terminar o acaba de empezar? Los tres días en los que 1.500 Congresistas se han reunido en el Hotel Auditórium de Madrid y en los que el seguimiento virtual a través de internet y de las redes sociales se ha disparado auguran un cambio de rumbo. Su estela va a continuar y desde EC haremos lo posible por alimentarla. De momento, valgan unas píldoras resumen de las clarividentes intervenciones de los ponentes.
Tras la inauguración oficial tuvo lugar la ponencia de Mª Inéz Furtado, superiora general de las Hijas de Jesús, quien habló sobre el cambio de paradigma en la educación espiritual. Un cambio que pasa por asociar gestión y espiritualidad, por compartir y aprender de otros, por propiciar una educación integral e integradora y, por eso, espiritual, y por aprender de los más avanzados modelos pedagógicos.
Para ello, según Mª Inéz, es imprescindible que se cuente en los centros con educadores que vivan animados por el Espíritu de Dios y que lo expresen públicamente, y que se produzca un cambio en el “talante” de los equipos directivos, grupos gestores, etc. de tal forma que “nuestro liderazgo educacional sea un liderazgo apostólico”, dijo.
Gonzalo Alonso, ex director general de Google Latinoamérica y actual VP de Operaciones de Globant, habló de la “revolución glocal” que ha originado una comunicación horizontal en la que todos podemos ser emisores y receptores de información.
Alonso afirmó que “la educación no se debe limitar al centro, porque la información no sólo está en el aula”; en su opinión, hay que buscar nuevos instrumentos educativos, e Internet con todos sus recursos puede ser uno de ellos. Recordó además la necesidad de enseñar el buen uso de este tipo de tecnologías.
A lo largo de su intervención Alonso mostró la preocupación que siente por la educación y su pasión por la tecnología, por lo que destacó la importancia del empleo de Internet y las redes sociales dentro del aula como instrumento que ayude a cerrar la brecha existente entre alumnos y profesores, que a menudo sufren de “pánico ante la tecnología”, al contrario que sus alumnos que suelen estar más receptivos ante los estímulos tecnológicos.
Francesc Pedró, jefe de la Oficina de Política Sectorial y TIC de la UNESCO, encargado de defender la segunda ponencia de la jornada inaugural del XI Congreso de EC, comenzó su intervención señalando que la educación está viviendo un equilibrio inestable que no parece ser suficiente para dar salida a los retos que tiene planteados, sobre todo por la economía y la sociedad del conocimiento.
Para dar respuesta a estos retos, Pedró señaló que la educación debe experimentar un cambio que a su vez la lleve a lograr mejoras, y que este cambio pasa por una mayor autonomía escolar combinada con una evaluación externa que aumente la presión y provoque un aumento del esfuerzo. Todo, sin olvidar la equidad, el liderazgo y la financiación, que no es lo único pero sí es importante. Centrado en el liderazgo, Pedró insistió en que “no es posible avanzar sin un liderazgo asumido por todos”, un liderazgo distribuido y no restringido a la tradicional figura del director o la directora.
Para Pedró hay dos tipos de liderazgo, el administrativo, que tiene que ver con procesos de financiación, personal, recursos, etc., y el liderazgo instruccional, que se define por su capacidad de incidir en aspectos críticos de la educación. Lamentablemente, indicó Pedró, en términos de liderazgo instruccional España está en el lugar más bajo de todos los países de la OCDE, lo que indica que aún hay mucho camino que recorrer.
Para finalizar su intervención Pedró, siempre basándose en los resultados de los estudios internacionales, señaló que en tiempos de crisis debemos agudizar el ingenio y utilizar el dinero de una manera diferente.
Marc Prensky, escritor, consultor y CEO de Games2train, fue el encargado de impartir la primera ponencia de la jornada del viernes día 25 del XI Congreso de Escuelas Católicas. En ella, Prensky quiso ofrecer una serie de pistas para que los educadores tengan nuevas perspectivas, ideas innovadoras y una pedagogía mejorada que les ayude a afrontar la nueva forma de educar que necesitan los alumnos de hoy en una época de volatilidad, incertidumbre, caos y ambigüedad.
El cambio que estamos viviendo es rápido, señaló Prensky, pero aún lo será más, y mientras los alumnos de hoy han nacido con la idea de cambio rápido, nosotros le tenemos miedo. Debemos perderlo, continuó, y motivar a los alumnos, inculcarles el amor por aprender, avanzar hacia el futuro sin olvidar el pasado, aprender a usar la tecnología de forma eficaz en la práctica docente, y tratar de mejorar.
Según Prensky, para enseñar hoy, la vieja fórmula aburre. La mejor fórmula: alumnos aprendiendo por su cuenta con nuestro entrenamiento y orientación. Este debería ser el compromiso. La enseñanza del siglo XXI es un paso del conferenciante, controlador y soberano, al socio, al guía, al entrenador. Tenemos muchas cosas para enseñar, pero los maestros también necesitan convertirse en herramientas de este siglo.
Para finalizar, Prensky dirigió un panel de 10 alumnos de centros de Escuelas Católicas que le ha permitido corroborar sus teorías sobre el aprendizaje de la nueva era atendiendo a sus pasiones, inquietudes y necesidades.
La Madre Montserrat del Pozo, directora del Colegio Montserrat de Barcelona, explicó la experiencia que han tenido en su colegio, donde han sido capaces de ser conscientes de la importancia del liderazgo institucional apostando por un determinado modelo pedagógico basado en la estimulación temprana, las inteligencias múltiples y el aprendizaje cooperativo. En su opinión, estamos en tiempo de mutación, que pasa por pensar hacia dónde queremos ir, por apostar por trabajar de forma conjunta y por hacer que sean nuestros alumnos los que generen el cambio. “El cambio hoy está en el descubrimiento de qué sé que no sé”, dijo.
A juicio de Montserrat del Pozo, ese cambio tiene que vencer el miedo profundo y personal a superar un modelo adquirido; ser inspirador para los alumnos; implicar a toda la comunidad educativa; tener como protagonista al alumno; y, lo más importante, no olvidar que en las escuelas católicas nuestra misión es evangelizar. “Que en ese motor de cambio sepamos decir a nuestros alumnos que Cristo ha resucitado”, dijo.
Para Montserrat del Pozo en estos momentos estamos ante un aprendizaje 3.0 en el que las fuerzas del cambio son los avances neurológicos que nos van a decir cómo tenemos que enseñar; la globalización; el pensamiento de diseño para que nuestros profesores puedan innovar; y un perfil de aprendizaje que nos permita descubrir las necesidades de los alumnos. “Para mí el aprendizaje 3.0 es la competencia global, que los alumnos sean competentes a nivel global. Que sean capaces de llegar a la acción”, señaló. En este aprendizaje será fundamental la implicación de las familias, un profesorado capaz de preparar a sus alumnos para que investiguen seriamente, sean audaces, íntegros, con pensamiento crítico y creativo; y donde todo el colegio sea ámbito de aprendizaje, no sólo las aulas.
Chistopher Day, profesor emérito de Ciencias Sociales en la Universidad de Nottingham, reflexionó sobre el liderazgo en la escuela y las vías para alcanzarlo. En opinión de Day, una escuela perfecta es aquella que lucha por conseguir lo mejor para sí misma, en la que se producen “desacuerdos” que gracias al diálogo llevan a la “armonía”, y en la que el director toma conciencia de la necesidad de trabajar dentro y fuera del centro, manteniendo contacto con el entorno escolar.
Para Day, conseguir el liderazgo exige un cambio, para el que se necesita energía y esfuerzo extra, valentía, pasión y resiliencia, y lograrlo es una tarea de “todos”. El profesor propuso como acciones para alcanzar el liderazgo: la creación de un plan de mejora de la escuela, la preparación del personal para labores de liderazgo, construir capacidad de aprendizaje, contar con expertos externos, debatir, no subestimar las capacidades de ningún alumno y creer en el compromiso educativo.
En el trabajo hacia el liderazgo los directores deben ser, según Day, “cercanos, buenos comunicadores y deben saber escuchar”. Tienen la “responsabilidad final”, la implantación y seguimiento de todo el proceso con ayuda interna y externa de personas relacionadas con la institución que compartan la misión de la mejora de la escuela, a través de programas basados en el liderazgo, teniendo en cuenta las necesidades del profesorado. Además deben impulsar que los profesores no se aíslen, sino que compartan experiencias con otros docentes y así “abandonar la cultura de la privacidad”, nunca trabajando solos, sino compartiendo “la carga, la alegría y los desafíos”.
“La escuela católica en el mundo, retos y estrategias”, fue el título elegido para la mesa redonda que tuvo lugar durante la segunda jornada del XI Congreso de Escuelas Católicas, en la que han intervenido representantes de la escuela católica de todo el mundo: Etienne Verhack, secretario general de la CEEC (Comité Europeo de la Educación Católica); Roderick Salazar, secretario general de la OIEC-Asia (Oficina Internacional de la Educación Católica de Asia); José Leonardo Rincón, secretario general de la CIEC (Confederación Interamericana de Educación Católica); y Ángel Astorgano, secretario general de la OIEC (Oficina Internacional de la Educación Católica).
Al iniciar la ronda de intervenciones todos coincidieron en señalar que la escuela católica goza, en términos generales, y pese a las dificultades, de muy buena salud. Para Ángel Astorgano esa buena salud se tiene gracias al coraje de una escuela que debe enfrentarse a dificultades muy serias en buena parte del mundo y a la ilusión y la pasión que emociona y que nace de personas con vocación de dar la vida por la educación.
Al señalar debilidades y amenazas de la escuela católica, y aún reconociendo que en cada zona hay que insistir en un aspecto diferente, todos los componentes de la mesa insistieron en que la escuela católica no comunica bien su verdadera vocación y acción. Tenemos un 90% por ciento de muchachos no cristianos y/o desfavorecidos en nuestras aulas, sobre todo el África y Asia, pero también en América y en Europa. Etienne Verhack recordó que la escuela católica acoge inmigrantes por vocación y que así debe seguir siendo; “nuestra identidad durante siglos ha sido nuestro compromiso para el pobre, para el disminuido, para los que se quedan atrás”.
La mesa redonda también abordó, como no podía ser de otra manera, el eje central del Congreso, el cambio, y en este sentido Leonardo Rincón apuntó que a veces nos diluimos, nos mimetizamos con los demás y perdemos lo que nos caracteriza. Para evitarlo, continuó, debemos “combinar la fidelidad a Cristo con la creatividad para afrontar los retos”.
En el capítulo de las oportunidades de la escuela católica destacó la intervención de Roderick Salazar, para el que la gran oportunidad es que además de ser avanzados en la educación que ofertamos, en tecnología, etc., Dios tiene que ser una presencia real y tiene que estar en todo lo que vivimos en la escuela. Salazar concluyó que el enemigo está dentro y fuera de la escuela católica pero que del mismo modo Dios también está dentro y fuera y es más fuerte que el enemigo. “No nos quejemos de las amenazas, no estamos solos, lo dice Jesús, y eso nos da la fortaleza”.
Pilar Jericó compartió con los asistentes una interesante reflexión sobre liderazgo organizativo desde la perspectiva emocional, en la que expuso las claves necesarias para lograr el liderazgo en las escuelas y en nosotros mismos. Comenzó su intervención afirmando que en este tiempo de cambio es momento de “reinventar valores” y decidir si queremos ser “líderes”, para poder influir positivamente en nuestros centros, o si preferimos ser “víctimas” y creer que somos incapaces de lograrlo. La apuesta por el liderazgo supone “reconocer la necesidad de transmitir lo mejor de sí mismo al equipo” y trabajar de forma conjunta y cercana, basándonos en la confianza, que anula los miedos que nos produce pensar en el cambio.
En opinión de Jericó, el desarrollo del liderazgo es un recorrido con varios pasos: comienza con la “llamada a la aventura”, a afrontar el desafío dando lo mejor de nosotros mismos; continúa con la fase de negación, que debemos superar decidiendo vivir como protagonista-héroe o como víctima; le sigue la fase de los miedos, presentes en todo proceso de cambio, que surgen ante la idea de “perder algo” que tenemos; después llega el desierto o frustración que nos conecta con la humildad; posteriormente se consigue la nueva realidad, y con ella el esperado “fin de la aventura”.
Jericó finalizó su intervención aportando una serie de consejos para reforzar el diálogo: soñar y escoger; poner pasión en nuestra misión; aprender y crear nuevos hábitos; transformar las emociones; ser un referente en el equipo; poder personal para saltar las barreras; y fomentar el compromiso y los valores.
Monseñor Tobin, último ponente en intervenir, señaló que la escuela católica está llamada a una renovación constante y valiente, para lo que se hace necesario que sepa definirse, que sepa comprender el cambio e intervenir en él.
Este cambio, en opinión del Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, implica cuatro desafíos educativos: volver a los orígenes de los diferentes carismas fundacionales; trabajar en colaboración para que “la Iglesia sea casa y escuela de comunión”; buscar el encuentro entre Evangelio y cultura, entre fe-cultura y vida; y recuperar la escuela llamada por el humanismo, en el que el maestro sea mediador, facilitador de los procesos fundamentales que iluminan lo humano, así como del encuentro entre alumno y comunidad.
Por otra parte, hizo también una reflexión sobre el futuro de la Iglesia, un futuro que ve fuertemente laical y que tiene que servir para preguntarse por el contenido de la vida religiosa. Religiosos y laicos en misión compartida, con una metodología basada en la confianza mutua, y que propicie una escuela que siga el rumbo por el que camina el mundo.
@victoriamsegura